Partes de guerra – infancias- violencias

Volver a “¿La violencia, amo de la época?”

CINTHYA ESTRADA

Mi corazón también tiene alas negras
Efraín Bartolomé
La violencia en el niño no es un síntoma (…)
La violencia no es sustituto de la pulsión, es en sí misma la pulsión “
Jacques-Alain Miller

El discurso actual contiene un monto muy alto de violencia sin velo, puro real, en el que vivimos inmersos de alguna u otra manera cotidianamente, un monto de horror y desasosiego, ¿será la violencia el significante amo de nuestra época? Esta violencia no exenta a la infancia incluso como recuerda Miquel Bassols retomando a Lacan, los tres lugares estructurales históricos de segregación han sido la infancia, los locos y las mujeres. Así, la cuestión de la violencia irrumpe en todos los escenarios, el arte en sus diversas modalidades se toma en serio esta realidad, vemos multiplicarse las películas y los libros sobre ella en un intento quizá de hacer un tratamiento de esta pulsión desbordada.
Partes de guerras es el nombre de una novela del escritor mexicano Jorge Volpi, quien a partir de la escritura explora el recrudecimiento de la violencia en general y específicamente en la infancia. Con el macabro descubrimiento del cadáver de una joven abandonado en Frontera Corozal, un pequeño poblado a las orilla del Usumacinta en Chiapas, el autor desarrolla una historia o varias, entre ficción y realidad. Al enterarse que dicho asesinato fue perpetrado por niños, el novio de Dayana, Chinto, con apenas 15 años, su prima Saraí de 14 años y dos niños más de testigos, uno de 10 y de otro de 8 años, frente a la sorpresa surge la pregunta: “¿Qué ocurre en los cerebros de unos niños que se convierten de pronto en criminales?” (p 28).
Con una polifonía de voces y estilos, se entreteje dos mundos, por un lado, el de los expertos en neurociencias que se dan a la tarea de descifrar los misterios del cerebro, y de este crimen en particular en el laboratorio del CENA (Centro de Estudios en Neurociencias Aplicado) donde laboran, todos estos personajes son complejos, con sus trabajos se creían al margen de la realidad que estudiaban y de pronto se ven envueltos en ella misma; dicho sea de paso, este laboratorio sí existe en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), ignoro si tiene ese nombre. Y aunque la pregunta sobre la naturaleza humana se dirige a los científicos en la novela hay un personaje que nos recuerda claramente al psicoanálisis, “Sigmund” nombre del gato de Lucia, la narradora e investigadora.
Por otro lado, están los niños y las madres de ellos que vivieron desde su lugar y su lenguaje el drama acontecido. Un contexto de miseria, abandono, maltrato, desamparo en el que estos niños intentan sobrevivir en una de las regiones más pobres y abandonas del país o como diría el autor de nuestra “suave patria”.
En esta búsqueda de respuestas sobre la violencia desenfrenada, Volpi parte de lo universal desde una lógica en donde la violencia estaría localizada en lo otro, el contexto social por demás difícil, lo que acontece afuera del laboratorio, en la frontera sur, allá lejos de casa, lo Heimlich: “ Habíamos imaginado el CENA como oasis, un santuario frente a la brutalidad de afuera, un espacio seguro en una de las naciones más inseguras del planeta…” (p 19).
Pero poco a poco nos va llevando al punto que nos hace visible que la violencia no se puede abordar sin considerar que somos parte de ella, partes de guerra, y que nos concierne íntimamente. Cada personaje tiene sus alas negras, nadie queda por fuera ni queda inmune de lo pulsional tanático, del goce que dejó marcas en el cuerpo y que tocan irremediablemente lo sexual. En el caso del asesinato, una historia de amor, odio, muerte, desamparo, celos, traición y un goce sin freno son el telón de fondo, y del lado de los investigadores también hay estos elementos.
Tampoco hay respuestas que puedan venir de la ciencia, y menos de los científicos, hay un hueco de no saber con el que hay que arreglárselas: “y los tres nos hundimos en las posibles razones del asesinato de Dayana, el machismo y la falta de perspectivas de futuro, la violencia intrafamiliar y la adicción a los juegos de video, las noticas cotidianas de fosas, ejecuciones y desaparecidos, los destinos truncos de tantos chicos. En la sobremesa solo amasamos lugares comunes, las teoría de pacotilla de quienes se han atragantado con demasiadas series policiales o confían en exceso en su propia disciplina, no entendíamos nada y quizá tampoco yo entienda nada ahora…” (p.19). Habría una violencia que es en sí misma el goce como plantea Jacques-Alain Miller en el texto, Niños violentos, y que no tiene porqués.
¿Y la infancia? “¿Todo se explica así, niños violentos en un país hiperviolento?” como plantea Volpi, ¿Podríamos pensar a los niños como presas, objeto de un Otro terrible que puede tomar forma del contexto? Muchos de ellos han sufrido violencia, vejaciones, por parte de su entorno próximo, esas familias, padres, madres que no han podido proteger ni cuidarlos y que algunas veces se tornan siendo los que ejercen violencia sobre ellos, no solo no los protegen sino que los agreden, el niño dejado a la merced del fantasma sin mediación, no inscribiéndolo con un deseo que no sea anónimo -como lo trabaja Lacan en Dos notas sobre el niño. En la novela de Volpi vemos claramente como estos chicos están completamente desprotegidos, desamparados.
Pero también pueden ser objeto de una pulsión que irrumpe y los saca de la escena como en el caso del crimen de la novela y el pasaje al acto de Saraí la prima. Dos lugares en donde el niño termina estando “a merced” del Otro, sin mediación, “lo que normalmente asegura la función del padre”.
Por otro lado, podemos observar una doble cara respecto a las infancias contemporáneas. Por un lado “el niño es rey”, en ciertos contextos incluso se les oye sin diálogo, y su decir es (pienso en las infancias trans)y los niños que reinan en sus casas y escuelas occidentales sin demasiado límites. Pero al mismo tiempo tenemos infancias muy desprotegidas, como las que plantea el libro, que habla de una realidad que está muy lejos de ser solo ficción. Se ha incrementado, por ejemplo, el número de niños que viajan solos a Estados Unidos intentando obtener el sueño americano, el número de huérfanos por las guerras declaradas o no también se ha incrementado alarmadamente, los ejércitos y el crimen organizado reclutan cada vez a los menores, etc.. «México no es lugar para infantes. No son buenos tiempos para su niñez. Todo lo contrario, hay en el país una infancia perdida, atrapada entre las balas del narco, las desapariciones, la orfandad y la pobreza.” De la experiencia de nuestro trabajo en los CEVAREPSI estos centros de rehabilitación carcelaria observamos que estas infancias violentadas dejaron marcas indelebles en la historia para la persona privada de libertad.
¿Qué tratamiento para esta violencia extrema que parece desbordada? La escritura del libro es en acto un tratamiento de ella por parte del autor pero y el psicoanálisis, ¿qué aporta, o aportaría? ¿Podría dignificar la posición del sujeto señalando lo oscuro de la pulsión y acoger estas infancias truncadas?

Ciudad de México, 9 de junio de 2023.