Reflexiones sobre una experiencia de trabajo en una institución que acoge mujeres en situaciones de violencia.

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GABRIELA VILLARROEL

Me gustaría inicialmente retomar de las reflexiones y propuesta de Jimena, la problemática de ¿cómo escuchar a las mujeres que han vivido situaciones de violencia? Su recorrido nos muestra a nivel histórico, político, social e incluso psicológico, que esa es la dificultad. Dar lugar a una denuncia de manera inmediata y como protocolo a seguir o generar proyectos de empoderamiento, atender víctimas, considerar un comportamiento como el objeto-fin de un accionar social-institucional sin sujeto nos instala dentro del discurso del amo.
Mencionaré algunos puntos de una experiencia en institución, que considero que puede dar cuenta de los intentos de dar lugar a lo singular aun cuando el discurso del amo esté presente en la estructura y funcionamiento de una institución.
En la institución donde tuve la oportunidad de trabajar, una casa de acogida para mujeres que viven situaciones de violencia, en las reuniones de equipo en las que participaba, se escuchaba que las mujeres debían trabajar, que era la manera de separarse y empoderarse. Este ideal llegaba incluso a constituir un área de intervención (área laboral) en la cuales se realizaban proyectos de emprendimientos con talleres en costura y repostería. En estos espacios se presentaba la dificultad que las mujeres dejaban los talleres en los que parecían muy interesadas o los emprendimientos a pesar de tener todas las condiciones externas, al poco tiempo dejaban de funcionar. El trabajo fue ir introduciendo, no que no era útil un área laboral para separarse o empoderarse, sino cómo realmente esta área podría aportar más tomando en cuenta algunos detalles o posibilidades. Como por ejemplo, que hay mujeres a quienes les vienen bien trabajos esporádicos, para qué forzar uno fijo si en lo esporádico también puede haber una estabilidad. Al final el trabajo y su relación con el mismo permite situar cómo uno se sostiene, para lo cual hay que encontrar la manera de cada uno. Pero esto no se transmitió como propuesta teórica, sino se localizaba en las reuniones de equipo en el análisis de casos. Su efecto fue generar alivio en el equipo frente al peso del ideal, esto porque cuando una mujer dejaba un trabajo podía ser leído de otra manera, no como fracaso del equipo o de la propia mujer.

Otro elemento importante es que la institución por mucho tiempo tenía un modo de trabajo que respondía al asistencialismo de la mujer víctima, las funciones de las distintas áreas no eran claras, el área Psicológica no tenía un espacio físico donde atender, hasta ese entonces se hablaba con las mujeres cuando se podía, mientras ellas cocinaban o cuando se les acompañaba a hacer papeles. Es por ello que, a partir de la conversación de casos con todo el equipo social, legal y psicológico, se introduce la idea de construir lo que llamamos Metodología de intervención, como herramienta, pero al mismo tiempo como un modo de formalizar el trabajo. La particularidad de ello es que se diferencia de un protocolo de atención como práctica dominante que va en el sentido de la repetición burocrática (un mismo tratamiento para todos). A partir de la escucha y la conversación, pusimos el acento en formalizar las funciones de las áreas de intervención, no para definir acciones fijas, sino para establecer los fundamentos que orienten las acciones a la medida de cada mujer atendida. Esto se realizó en varios años porque implicó conversaciones en distintos momentos de la institución, con muchas reflexiones sobre la atención, como por ejemplo el primer tiempo cuando una mujer con sus hijos llega a la casa de acogida. Es determinante para producir un consentimiento a la intervención de la institución y no es solamente acostumbrarse o quedarse. El proceso de construcción fue lo que tuvo efectos en el equipo para pasar de la mujer víctima a observar nuevos elementos que hacen al funcionamiento de las mujeres atendidas.
También se observó el modo de llegada a la institución, no a modo de perfil, sino de detalles a considerar a partir de la experiencia, que siempre tenían su especificidad uno por uno. Se observó desde el área legal que en los casos atendidos no necesariamente las mujeres acogidas realizan la denuncia, sino puede darse a partir de la intervención de instituciones públicas o privadas al encontrar el acto violento o cuando un familiar o vecino impulsaba dicha denuncia. Existen también casos en los cuales se realiza la denuncia o hubo varias denuncias anteriores que no son sostenidas en el tiempo, dado que en primera instancia no se buscaba denunciar y no había la intención de separarse de la pareja, sino lo que esperaban era que las instituciones regulasen la situación con un llamado de atención. Poco a poco se fue considerando que los procesos legales podían ser para las mujeres atendidas una herramienta de cuidado, protección y no pasos vacíos a seguir de manera obligatoria.
En relación al cuerpo, algunas de las mujeres que llegan a la institución presentan marcas de cortes y golpes que son consecuencias del acto violento. También a nivel de salud se observan antecedentes de enfermedades no tratadas, dejadez en el cuidado y atención de su cuerpo, que podríamos suponer como consecuencia de la violencia vivida. Sin embargo, en el tiempo de estadía y a pesar de haber recursos de apoyo, constatamos en muchos casos dificultades de las mujeres en la relación con su cuerpo más allá del acto violento, donde no hay un cuidado del cuerpo en el aseo, higiene personal o en la limpieza de sus espacios. Se observa que no registran dolores e incluso a veces no se evidencia pudor o vergüenza. Puede haber dificultad en subjetivar los límites, lo cual genera que no se protejan, pero también que ellas mismas realicen acciones violentas que no respetan el cuerpo de los otros como el de sus hijos. Esto llevó a evidenciar, ya en el tiempo de acogida en la institución, que la situación de violencia no termina en la separación de la pareja, sino que continúa en la dinámica familiar, por ejemplo con los hijos.
Finalmente, como último punto que compartiré, la escucha del sujeto permitió evidenciar la necesidad del trabajo con las parejas de las mujeres atendidas, que por un lado era solicitado por ellas mismas, pero también los varones buscaban acercarse a la institución y era necesario poder acogerlos. Es el director quien tomó en cuenta esta solicitud y reunió esfuerzos para armar un dispositivo de atención a varones. A partir de lo trabajado con las mujeres en la casa de acogida, la propuesta de ofertar un dispositivo de atención clínica que se centre en escuchar a los varones más allá de lo legal, fue aceptada y concretada.
Lo que hace que el psicoanálisis pueda existir en diferentes escenarios, es su ética. Una ética que aloja lo singular y que puede permitirnos cada vez preguntarnos ¿qué cuerpo? ¿qué goce? ¿qué violencia?

Cochabamba, 25 de mayo 2023.