Mónica Febres Cordero

Presencia del analista

En el Seminario XI la transferencia es definida como un fenómeno que incluye tanto al analista como al analizante. Se instala a partir del sujeto supuesto saber: cada vez que está función es encarnada, la transferencia se funda dice Lacan[1]. El primer efecto de la transferencia a partir del sujeto supuesto saber es el amor, amor narcisista. Su resorte es la búsqueda del amor recíproco y de reconocimiento. Paradójicamente, el amor de transferencia encierra la resistencia pues el engaño le es inherente. Encierra –y se apunta a la operación de separación- al objeto a, alrededor del cual gira la pulsión. Por la aparición del objeto en la separación la indeterminación del sujeto, tal cual aparece en la alienación significante, se detiene. Miller lo advierte: mientras más avanza el análisis en la indeterminación significante, más se agudiza la búsqueda de una certeza en la vertiente del objeto, que es la vertiente de la sexualidad. Aquí el amor y la realidad sexual del inconsciente parecen situarse fuera de los equívocos del significante. Por tanto, es la dimensión del objeto la que gobierna el análisis.

Si la dimensión del sujeto supuesto saber se despliega en el registro significante, el correlato no significante es el objeto a, resto corporal, que presentifica la realidad sexual del inconsciente. Dimensión imprescindible que en el proceso analítico aparece como resto corporal y requiere la presencia del analista porque es ella la que hace surgir del analizante un objeto pulsional. “…cierto tipo de objetos que…no pueden servir para nada…los objetos a, los senos, las heces, la mirada, la voz” [2]. Esto en la medida en que en la experiencia “…no hay solamente lo que el analista quiere hacer de su paciente. También hay lo que el analista quiere que su paciente haga de él.”[3]

La presencia del analista permite la manifestación del objeto a, y revela la determinación por el goce que se da en el analizante, articulada a su fantasma. Pues el lugar de objeto que el analizante es para el Otro yace en el fantasma y le da consistencia a su ser. Y, este ser, hecho de ese semblante que es a, es aquello que de lo real puede entrar en el lazo con el partenaire analista[4]

Así, en los testimonios de S. Salman ella muestra como el objeto mirada, articulado al Otro, imponía una forma de goce que se actualizó en la transferencia – el analizante hace al analista a la medida de su objeto- a la vez que el analista se hace producir como objeto a. El goce en sentirse agarrada por la mirada del Otro se actualizó en transferencia y el acto del analista, presente, permitió la puesta en acto del síntoma, frase que hace eco a la “puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente”, que nombra Lacan en el XI[5]. Es la dimensión del objeto, anudada al acto analítico, que se presentifica en la experiencia.

NOTAS

  1. Lacan, J. Seminario XI, Barral ed., 1973, pg. 237
  2. íbid., pg.246
  3. íbid, pg. 160
  4. Miller, J. A., De la naturaleza de los semblantes, Paidós, 2002, pgs. 119-120
  5. Lacan, J., op. cit, pg. 152