Ana María Solís

Lo real de la presencia del analista

Desde la lógica de la urgencia subjetiva, me he preguntado ¿Qué implica ofertar la presencia? Me he orientado, en esta clínica, por una frase de Lacan del Seminario X “Sostener de la mano para no dejar caer”. En la lógica del acto, del pasaje al acto, ¿qué oferta el analista?

Graciela Brodsky, en “El acto analítico y otros textos”, señala que el analista no es sólo correlato de la significación, sino también de la pulsión. Freud nos advertía como entrabamos en el circuito pulsional del paciente, en el sentido de cómo el paciente dirigía sus síntomas al analista.

Un control me enseña “¿En que tropieza el paciente en la transferencia?”, escuché que no era del lado de lo imaginario, ni de la significación, más bien, ¿qué goce? ¿Cuál es el programa de goce que se pone en juego?

No dejan de resonar en mí las palabras de Eric Laurent en Barcelona. Lo parafraseo: “el objeto a no va a cualquier parte, se ubica en la posición del analista, como puro valor de goce, como representante de la representación. Sin el velo del fantasma, sin los equívocos de las identificaciones, de la significación”.

Si el analista, su presencia, es puro valor de goce, lo que quedaría es “el duro deseo de duelar el objeto”, aquel objeto tapón del fantasma que hacía de obstáculo al vacío, a la causa del deseo. ¿Cómo hacer con el agujero?

Sin más, esta pregunta me reenvía a la Escuela, ¿Cómo hacer con las identificaciones? Que el no parar de hacer, del lado de lo que funciona, de la máquina, no a-pague lo que puede causar, aquel agujero que nos reenvía a la falta de saber, a la pregunta, a la posición de analizante, que comporta un consentir al Otro, a la suposición de saber.

Sostener, en cuerpo presente,y no retroceder ante la lógica de Escuela.