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Raquel Baloira

Entre sorpresa y verificación en la experiencia de un control

Lacan señala en el Acto de Fundación: “Es constante que el psicoanálisis tenga efectos sobre toda práctica del sujeto que en él se compromete (…) Cómo no advertir que el control se impone en cuanto surgen estos efectos y ante todo, para proteger de ellos a aquel que ocupa allí la posición de paciente [1].”

Entonces la experiencia del control es ineludible y articulable al discurso analítico. El analista debe localizar cada vez su relación con el discurso en lo que hace o dice, puesto que, al analizar con sus marcas sinthomáticas, no está liberado de la posibilidad de cometer un lapsus del acto. El control como dispositivo permite al analista constatar si rechazó o no ese lugar al cual el acto lo fija.

Llegar a esa constatación, en la experiencia de un control, significó para mí haber pasado primero por la alegría que produce la sorpresa y después por la verificación del horror que supuso introducir un corte en el goce sin límite de una madre que pretende dejar encerrada a su hija en el fantasma de la niña enferma.

El controlador situó – en tanto éxtimo – el acto que ese corte supuso y la sorpresa advino: había olvidado relatar el lapsus cometido por la niña, luego de haber sido testigo de la interpretación hecha a su madre. Lapsus que introdujo la pregunta acerca de si ella estaría intentando separarse del lugar al que la madre tiende a fijarla.

La emergencia de ese olvido, durante el control, no sólo me animó a seguir mi propio movimiento en el trabajo analítico por venir, sino también abrió la posibilidad de leer un cambio en la posición de goce de la parletre.

No había cometido un lapsus del acto. El efecto producido por el control me permitió captar de qué manera pretendía olvidar el horror que había producido mi propio acto.

NOTAS

  1. Lacan, Jacques. Acto de Fundación, Otros Escritos, Paidós, 2012, pág. 253.