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Dennis Ramírez Méndez, NEL Habana

Analista advertido de… ¿y la sorpresa?

En un control, luego de relatar el caso, la pregunta por el estatuto de mis intervenciones: si se trata de un corte, de una interpretación… revela el embarazo en que queda mi accionar y mi escucha “cortando” con tantas conjeturas sobre mí proceder. El querer estar advertida en mí actuar no daba cabida a la sorpresa.

“No tener que “medirse” todo el tiempo con la medida del Otro”, señala el control.

Este joven ávido… en la búsqueda de un saber de cómo hacer con las muchachas – su reclamo pulsional lo deja en el registro de los excesos con relación al grupo – y por otro lado queda en la inhibición ante el otro sexo, “le cuesta acercarse a las muchachas”. Sin embargo, su notoriedad en el grupo de varones se debe al saber que le suponen: “para dar consejos es el mejor”. Será ineludible que el analista maniobre a través de la transferencia, para apuntar a un no-saber, que dé paso a la incertidumbre y consienta la pregunta por su propio deseo.

Así, emerge la comparación constante con los otros hombres y el conjunto de hombres interfiriendo en la elección de una mujer. Alardea de un saber sobre las mujeres donde ellas quedan impresionadas, estrategia que muestra su impostura. El analista le apunta que su lugar del saber, del experto, es para que no se note. Entonces, él pide al analista que le diga qué hacer. La respuesta del analista es el silencio, el corte de sesión.

En la serie de entrevistas, este joven despliega, de modos distintos, la intensa inhibición que le produce tener que mostrar lo que Otro supuestamente espera de él. El Otro que aparece en los sueños, el empuje a ser el líder. Esta posición de tener que responder a lo que supone que el Otro espera de él lo desborda. Asoma la impotencia justo donde algo no podrá estar a la altura de aquello que él imagina que el Otro le demanda.

Sin embargo, al llevar este caso al control con la premura para dar cuenta, si mis intervenciones se trataban de un corte, revela el embarazo en que queda mi accionar y mi escucha “cortando” con tantas conjeturas de mi lado. Esta posición de querer estar advertida en mí actuar no me permitía vislumbrar el lugar de este sujeto en el dispositivo.

Él había encontrado un lugar para colocar sus preguntas -preámbulo necesario para hacer de él el Sujeto barrado que se requiere para la entrada en análisis, aquel que cuestiona todo lo que le acontece mientras se percata que hay allí algo que no sabe sobre sí mismo pero que quiere captar.

Desarmar su estrategia ante la falla del saber del Otro tiene un carácter revelador le abre al sujeto una vía donde se podrá escuchar “el run run” de sus pensamientos, propios de una problemática obsesiva.

El poder alojarse en el dispositivo que la transferencia ofrece, le posibilita confrontar los avatares de la castración, del no tener que ser toda potencia para el Otro, conjeturas que le dificultan al deseo sostener su potencia en el amor y el encuentro con el otro sexo.

Del lado del analista se verifica, que la supuesta medida que el Otro espera, obstaculiza el acto y que no es sin la sorpresa.