Acto analítico y acto poético: entre lo inesperado y la comprobación

“¿Cuál de los dos escribe este poema
De un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Del poema de Jorge Luis Borges, “Los dones”

Ante la invitación al acto de escribir sobre otro acto: el analítico; lo primero que vino a mi mente respecto al tema es que para Lacan, la conjunción de un acto y un hacer, es lo que define el acto analítico. Sin embargo, es un hacer que no es el del analista sino del analizante. Un acto en el que paradójicamente, el psicoanalista no actúa y es esta misma condición lo que garantiza abrir la opción de un análisis. El analista con su acto, se propone como instrumento para que el analizante haga un trabajo. [1]

En un acto que permite otro acto, son la transferencia y la interpretación los límites para la no actuación del analista, produciendo un agujero en el sentido donde la verdad no puede completarse. Es ahí, donde el significante se pone en acto y el yo se desorienta, una ruptura de la cadena presentifica una verdad distinta. De esta manera, un “efecto de agujero” y “un efecto de poesía” se evidencian en el acto analítico.

No por nada en su seminario 15, Lacan observa cierta conexión entre el acto analítico y la poesía; en tanto refiere que el punto central es la visión poética, propiamente dicha de la cosa. Ubica que en la poesía también, “eso hace algo” y especialmente a los poetas (Clase del 15 de noviembre de 1967). Es a partir de esta conexión, que tanto el acto analítico como el acto poético, consiguen ejercer un movimiento de vacilación sobre la cristalización del sentido. El analizante y el poeta, respectivamente en tanto sujetos, asumen un nuevo orden de relación simbólica con el mundo a partir de un “efecto de agujero” y un “efecto de poesía”.  Efectos que tocan algo de lo real y lo simbólico, entre lo inesperado de lo que vacila y la comprobación de lo que se reordena desde un nuevo lugar subjetivo.[2]