II Conversación Clínica de la NEL

Boletín Letras en línea #4

Guayaquil – 20 de octubre de 2016


Tute

Letras en línea

En este número que se presenta hoy, y en los que seguirán en adelante, se ha querido pasar a otro modo de poner a circular la palabra, distinto al de la entrevista. Se trata de un intento de conversar por escrito. En esta ocasión los invitados a dialogar brevemente con Lacan, son: Carlos Márquez y Lorena Greñas. Partiendo de unas enigmáticas palabras de Lacan, relativas a la transferencia en su vertiente del amor, diferenciada de lo que podría producir el goce de la mujer, Carlos tomará primero la palabra para dar vida a Lacan y luego plantear una provocadora pregunta respecto a lo que puede ser una transformación de la transferencia en un análisis; pregunta que retomará Lorena, quien aportará claridad y precisión a esta problemática.

Les deseamos una amable y estimulante lectura.

Claudia Velásquez

 

Carlos Márquez y Loreña Greñas conversan

Lacan – Trataremos de extraer algunas consecuencias: lo que finalmente nos muestra el análisis, la llamada transferencia, es decir, lo que recién llamé el amor, el amor corriente, el amor sobre el cual se asienta uno tranquilamente y después basta de historias… no es completamente igual a lo que se produce cuando emerge el goce de la mujer. Pero qué quieren ustedes, esto se los reservo para el año próximo. Por ahora intentemos lo que el análisis ha revelado como verdad es que el amor –el amor del que acabo de hablar- se dirige al sujeto-supuesto-saber. (Seminario 21: Les Non-Dupes Errent: Los no engañados yerran; también, Les Noms Du Père: Los Nombres del Padre. Clase del 11 de junio de 1974, inédito)

Claudia Velásquez – Lacan propone en esta cita a la transferencia como el “amor corriente”, el que se dirige al sujeto-supuesto-saber, y lo diferencia de aquello que se produce cuando emerge “el goce de la mujer”. Carlos, ¿podrías sugerir alguna idea respecto a esta proposición de Lacan?

Carlos Márquez – Hubo que esperar a Lacan para operar esta distinción, que no es para nada evidente, pues en la religión que adora al Amor como el único Dios se soporta la feminización que aporta la causa del deseo a condición de que quede excluido del discurso el goce de la mujer.

El varón para amar tiene que fetichizar una parte del cuerpo de una mujer para entonces ponerse como estando en falta frente a ese objeto precioso. Pero eso no es suficiente. Ese objeto, además de ocupar el lugar de la causa del deseo, debe hacer señuelo de que hay otra realidad que no se agota en el acto sexual. Lo que Freud llamaba la degradación general de la vida amorosa es la pérdida de la posibilidad para alguien de que ese objeto elevado a la condición de la causa del deseo se convierta además en señuelo del goce de la mujer, al que solo puede acceder por reflejo, ubicándolo en el cuerpo del Otro sexo.

Del lado de la mujer que no existe, un vector se dirige al falo simbólico, que siendo pura palabra se encarna en el cuerpo del varón. Ironía de nuestro destino de seres de habla, como dice Lacan en “La significación del falo” es fetichizando un pene como una mujer accede al deseo sexual. Sin regulación por un universal, esta solución se torna erotomaníaca. Pero la falla de este fetiche abre la clínica de ese desgano femenino que puede extenderse hacia otras esferas de la vida. Su no poder querer es el reverso estructural del querer y no poder de la impotencia masculina.

Pero la diferencia esencial entre los sexos no está en las relaciones con el falo. Sólo puede ubicarse a partir de una invención de las mujeres que se escribe como Significante de la falta en el Otro. El vector que va desde la inexistencia hacia éste podría escribir eso que llamamos el goce de la mujer, y que se distingue netamente del camino de la fetichización.

La aspiración unitiva y complementaria es propia del amor corriente, de la religión y de la transferencia. Pero lo que es una virtud en la religión es un obstáculo en el psicoanálisis. Pues hace de motor de la cura siempre y cuando dirija esta aspiración al psicoanalista y desde Freud se sabe que no hace falta que la transferencia se torne negativa para que obstaculice la cura.

¿En nuestro discurso esta aspiración unitiva del amor corriente y de la transferencia, que se dirige al falo simbólico encarnado, debe dar paso a un uso del cuerpo y del vínculo social que no aspire a la relación sexual?

Claudia Velásquez – A partir de esta sugestiva pregunta que plantea Carlos, podrías, Lorena, proponer alguna idea sobre lo que puede ser en un análisis pasar de un vínculo fundado sobre el amor de transferencia a un vínculo que no aspire a la relación sexual, y cómo en ello participa el goce de la mujer?

Lorena Greñas – Siguiendo a J-A Miller en Sutilezas Analíticas [1], me parece que la pregunta que Carlos nos plantea hace referencia a dos órdenes no homogéneos: el inconsciente y el sinthome y la cuestión es saber de qué manera están presentes ambos en la práctica del análisis. Desde esta perspectiva, la cita de Lacan distingue dos modalidades distintas del análisis que pueden referirse a momentos distintos: Un primer momento, el inicial de la exploración del inconsciente y sus formaciones regido por el principio del sentido del síntoma y cuyo resorte es el SsS. Al respecto, Miller señala que este es el momento en que el análisis se desarrolla en una atmósfera de revelación en el que la transferencia “es una palabra gloriosa” para calificar lo que acontece y que constituye una “luna de miel” analista – analizante. Mientras, que en un segundo momento, el de un análisis que dura, la revelación es reemplazada por la repetición y donde se trata de explorar los límites: la jaula del sinthome, de hacer la experiencia de lo real. Nos da una precisión más cuando dice que dichas modalidades no se presentan en absoluto de la misma manera y que exigen en todo caso del analista que no tenga la misma posición ni el mismo modo de obrar. En el análisis que dura se opera con la oposición entre el inconsciente como saber y el goce.

Por su parte, Leonardo Gorostiza indicaba que con la última enseñanza de Lacan se produce un cambio de perspectiva que opera desde el inicio de las curas y afirma que … de esto no se concluye que podamos ahorrarnos el “doloroso camino de la transferencia”, como decía Freud, o imaginar un cortocircuito que no pase por el inconsciente transferencial o la instalación del sujeto supuesto saber.” También nos indica que en la conferencia de “Joyce el síntoma”, Lacan dice con todas las letras que el goce opaco del síntoma sólo puede ser localizado a través del sentido llegando a su límite mismo y, para ello, además, no hay otra vía que “hacerse incauto del padre”.[2]

Lacan hace del goce femenino el régimen del goce como tal, un goce opaco que escapa al sentido y se dirige al S(A) tachado. Me parece que el analista puede posibilitar dicho pasaje en la medida en que consienta a ser destituido de la posición de Otro completo que subyace al SsS . ¿La vía? El deseo del analista.

 

NOTAS

  1. Miller, J-A. Sutilezas Analíticas. 1ª ed. Buenos Aires: Paidós, 2011. Pags. 109-122
  2. Gorostiza, Leonardo. ECOS DEL X CONGRESO DE LA AMP: EL CUERPO HABLANTE. SOBRE EL INCONSCIENTE EN EL SIGLO XXI. Disponible en http://www.eol-laplata.org/blog/index.php/preguntas-del-blog-responde-leonardo-gorostiza/

 

Referencias bibliográficas sobre la transferencia

Miller, Jacques-Alain. La transferencia negativa. Tres Haches, Buenos Aires, 2000, pág. 81

“Creo que su esfuerzo es articular los dos aspectos: que la transferencia está fundada sobre una articulación de saber siendo la articulación misma del sujeto con el saber, Sujeto-supuesta-Saber, pero que todo eso no funciona sino se vincula con la realidad sexual del inconsciente”

Gorostiza, Leonardo. La dialéctica del sujeto en la entrada en análisis, en: Las entrevistas preliminares y la entrada en análisis. Cuadernos del ICBA Nº 9. Buenos Aires 2004, pág. 222.

“Esto me permite entender una frase que antes no comprendía de ninguna manera. En el Seminario 11, Lacan afirma -después de decir que la transferencia es el SSS, que el SSS es el pivote de la transferencia y que al analista se le supone saber- que la transferencia se ve asomar, despuntar, precisamente, en la operación de separación. En verdad, hasta ese momento parecía que era al revés porque en la operación de separación se trata del cierre del inconsciente. Pero él no sólo dice que esa puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente podría ser el momento de cierre del inconsciente, es decir la transferencia como obstáculo, sino que al mismo tiempo afirma que la transferencia se ve asomar ahí mismo, en esa operación. De allí se deduce que algo de esta operación de separación tiene que estar efectuada en la entrada”.

 

Responsables del Boletín Letras en línea

  • Susana Dicker
  • Claudia Velásquez
  • Fernando Gómez