Conversaciones Clínicas I

Boletín #17

¿Ya enviaste tu ficha de inscripción?
¡¡¡No esperes más!!!

En breve estaremos enviando los materiales clínicos que serán trabajados en la Conversación, solo a los que hayan completado su ficha de inscripción

Inscríbete en línea:


https://gallery.mailchimp.com/62e180ab962451bbcf3633e57/files/Ficha_de_inscripcio_n.docx

 

En esta ocasión Letras en línea entrevista a María Cristina Giraldo, quien en brevísimos términos anuda cuestiones cruciales alrededor de la manera en la que concibe la entrada en análisis como experiencia ‒como tal siempre singular‒ e incluso como una experiencia que puede pluralizarse sin abandonar su perspectiva singular, única e irrepetible ‒en tanto ubica posibles entradas en un mismo análisis‒ siguiendo una lógica precisa, la del final.

Respecto del anudamiento entre el análisis personal, la práctica y el control de la misma María Cristina no nos ahorra el trabajo de una pregunta clave: “Conviene preguntarse por las condiciones que cada practicante crea para llevar su propio análisis hasta el final, así como si la práctica del control es permanente o si hace de ello una cantinela normativa según la cual hay que controlar y analizarse.” Y arriesga una respuesta que nos permite avanzar hacia nuestra Conversación con nuevos elementos a considerar en la medida que tomemos el guante del desafío.

La ética del psicoanálisis, lo real, el trauma y su insistencia son las coordenadas que guían la selección de referencias bibliográficas sobre la práctica analítica, mismas que podremos retomar al leer los casos clínicos que prontamente llegarán a quienes hayan enviado sus fichas de inscripción.

¡Disfruten la lectura!

Ana Viganó

 

Letras en línea pregunta a María Cristina Giraldo

— ¿De qué manera construye cada analista una entrada en análisis?

Si bien tenemos una misma orientación, no existen universales sobre la construcción de las entradas en análisis, en tanto cada entrada en análisis para un analizante es única e irrepetible, así como lo es la formación de cada analista. Apelo a Miller en “El ser y el Uno”: “el término experiencia designa precisamente eso: califica un proceso único”, [1] por tanto, es una experiencia singular.

Están los principios clásicos, que en modo alguno constituyen un estándar cronológico. Ellos nos orientan sobre la entrada en las entrevistas preliminares, si bien no es la única entrada; unos principios van del lado del analista y otros del lado del analizante. Una primera localización del parlêtre sobre su posición en lo real desplaza los dichos de la referencia, es decir, de las determinaciones de su historia y de las circunstancias de su vida, a un primer atisbo de su modo de gozar. La introducción al inconsciente transferencial permite el paso del enunciado a la enunciación y a los S1 en juego en su decir. Es necesaria una primera lectura, por parte del analista, de la demanda, del momento en que la misma se presenta, de cómo la construye el paciente, así como lo que sostiene el SSS en la transferencia. Sin duda, la pregunta por la psicosis y la decisión que tome el analista al respecto, si bien no es un punto de partida en la construcción del sujeto, es una condición a ser verificada durante el curso del análisis que sirve de orientación.

Yo construyo una entrada en análisis orientada por la clínica del fin de análisis, que es su horizonte. En esta perspectiva, se presentan otras entradas en un mismo análisis, que constituyen consecuencias lógicas. Estos pasos lógicos son localizables, como el paso del inconsciente transferencial al inconsciente real y con ello a la experiencia de la fuga de sentido. La construcción del fantasma que recubre el goce y que hace así pantalla de lo real, está orientada por su atravesamiento. Estoy advertida de que la consistencia lógica del fantasma hace de pantalla a la inconsistencia del Otro. ¿Qué hace el analizante con ello? La localización del síntoma fundamental en su cara mortificante, del significante amo en juego y del objeto pulsional, está orientada por la construcción del sinthome y por la posibilidad de cernir el plus de goce y de invención que lo implica.

— ¿En qué forma se juega en ello el análisis y la práctica de control del analista?

Hay un anudamiento en mí como analista entre la propia experiencia en mi análisis, la práctica y el control de la misma, que sirve a la rectificación de mi acto y que, en modo alguno, se da por la vía de la identificación a mi analista. Mauricio Tarrab dice al respecto: “…la experiencia de su propio análisis incide en la práctica que el analista realiza y esa práctica marca la experiencia del analizante”. [2] Conviene preguntarse por las condiciones que cada practicante crea para llevar su propio análisis hasta el final, así como si la práctica del control es permanente o si hace de ello una cantinela normativa según la cual hay que controlar y analizarse. Vicente Palomera lo dice con todas sus letras: “El analista opera a la medida del análisis que ha hecho”. [3]

NOTAS

  1. Miller, J.-A., Curso de la Orientación Lacaniana III “El ser y el Uno”, clase del 2 de febrero de 2011, inédito.
  2. Tarrab, M., La experiencia analítica: entradas y salidas, Primer Coloquio-Seminario de la Orientación Lacaniana en la ciudad de La Plata (Argentina), La Plata, 2012, p. 25.
  3. Palomera, V., “Reflexiones sobre la enseñanza y el control”, Palabra y silencio en psicoanálisis, Conversación “La formación analítica hoy”, Coordinada por Éric Laurent, Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, ELP, Madrid, 2001, p. 30.

 

 

Referencias bibliográficas sobre la práctica clínica

La orientación por lo real. Referencias en relación a la ética del psicoanálisis.

De: Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires.

Clase 1: “Hay una ética del análisis. Es el borramiento, la puesta en la sombra, el retroceso, hasta la ausencia de una dimensión de la cual basta decir el término, para darse cuenta, que lo que nos separa, lo que nos divide de toda la articulación ética anterior a nosotros, “es el hábito”. El buen o mal hábito. He aquí algo en sí, a lo cual nos referimos ya, que el registro, la articulación del análisis se inscribe en términos completamente diferentes, en términos de trauma y en términos de su persistencia. (p. 12)

Clase 1: “¿Cuáles son estas categorías? Es cierto que más de una vez algunos de ustedes se han preguntado, en el tiempo en que yo hablaba de lo Simbólico, lo Imaginario y de su interacción recíproca, qué era al fin de cuentas lo Real. Y bien, cosa curiosa, al contrario de una suerte de pensamiento sumario que pensaría que toda exploración de la ética debe apuntar hacia un dominio digamos de lo ideal, sino de lo irreal, verán que es correlativamente al sentido de una profundización de esta noción de Real, e inversamente en tanto se trata de una orientación, de una ubicación del hombre en relación a lo real, que la cuestión ética, en tanto que la posición de Freud nos permite hacer un progreso, se orienta y se articula. Y para concebirlo es necesario ver lo que ha pasado en el intervalo”. (p. 14)

Clase 1: “La felicidad es algo que no se le escapa a Freud como algo que debe ser propuesto para nosotros como término de toda investigación, por ética que ésta sea. Pero lo que corta, y cuya importancia no se ve lo suficiente, con el pretexto de que uno deja de escuchar a un hombre a partir del momento en el cual parece salir de su dominio propiamente técnico, lo que quisiera leer de “El malestar en la cultura”: que, nos dice, para esa felicidad no hay absolutamente nada preparado en el macrocosmos ni en el microcosmos. Este es el punto enteramente nuevo”. (p. 16)

 

Responsables del Boletín Letras en línea:
María Hortensia Cárdenas
Ana Viganó