Se me pidió en los días previos a este encuentro un corto párrafo sobre lo que sería mi intervención. Si bien no ha sido difundido como pensaba, me pareció buena idea comenzar leyéndolo, pues fue desde aquí que armé el texto para hoy.
El sujeto referido desde la Institución de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, viene diagnosticado como víctima o victimario de la Violencia Intrafamiliar, como traumatizado o causante del trauma a un tercero. Nos tropezamos con lo que podríamos llamar la clínica del encuentro provocado entre un paciente remitido por el Otro de la ley de protección y un analista llamado a desmarcarse de ese Otro de la ley y encontrar un lugar desde donde escuchar lo que los implicados en la violencia pueden decir sobre lo sucedido. Se trata entonces de un encuentro provocado que produce una elaboración también provocada, pero en esta ocasión, por el analista y su acto, bajo transferencia. Este encuentro y esta elaboración, sin embargo, no se producen sin tensión y sin costo, es decir, sin efectos para el analista practicante y para la institución.
El tema que hoy nos reúne en este III Encuentro-Debate del INES es Efectos analíticos en las instituciones.
Al recibir la invitación a participar me pregunté ¿Cómo abordar este tema?
No puedo negar que el tema me dividió por un buen rato.
¿Será que lo abordo por la teoría analítica? ¿Es pertinente o no el psicoanálisis de orientación lacaniana en las instituciones? ¿De qué instituciones estamos hablando? ¿Lo abordo por los éxitos o por los fracasos de mi propia experiencia formando parte de un programa de acción lacaniana en una institución?
Decidí hacerlo desde esta última pregunta.
Me referiré hoy a una experiencia de 11 años que se llevó acabo entre un programa de psicoanálisis aplicado al tratamiento de la violencia intrafamiliar, creado y sostenido por psicoanalistas de orientación lacaniana, pertenecientes todos a la NEL y a la AMP y una institución gubernamental creada para proteger los derechos de niños, niñas y adolescentes de la ciudad de Caracas.
Es a partir de una invitación que desde el discurso de la ciencia se les hiciera a grupos de investigación venezolanos en el año 2001, que un grupo de psicoanalistas de orientación lacaniana de la NEL en Caracas, elaboró un proyecto de investigación denominado “Estudio de la función simbólica en la estructura familiar del niño maltratado”.
Comenzó con esta investigación y la necesidad de una prueba piloto dirigida a la atención de 25 niños y adolescentes ingresados al Sistema de Protección de la ciudad, por razones consideradas por esta institución, como Violencia Intrafamiliar, el encuentro institución jurídica y psicoanálisis, que dio lugar a una experiencia que durante 11 años recibió a más de 10.000 niños, niñas, adolescentes y adultos en un programa llamado Psicoanálisis Aplicado al Tratamiento de la Violencia Intrafamiliar (PATVI)
El psicoanálisis de orientación lacaniana se encontró, hizo lazo, produjo experiencia y efectos analíticos en una institución gubernamental de protección de derechos de niños, niñas, adolescentes y sus representantes, y 11 años después la relación termina, el lazo se rompe. ¿Qué pasó?
La relación psicoanálisis-institución no es sin tensión y no es sin costo para el psicoanalista que consiente a la experiencia.
No es sin tensión porque el psicoanálisis dirige su mirada al sujeto, a lo particular, a lo singular de cada ser hablante, mientras que la institución dirige la suya a lo que hace conjunto, a lo universal, al síntoma igual para todos, a la solución también igual para todos y con objetivos normativizantes. Y no es sin costo, porque el analista practicante en la institución está llamado a responder con elementos, con instrumentos que no son parte de la especificidad de la experiencia y la práctica psicoanalítica y que en muchos casos son considerados inútiles, complicados, fastidiosos, absurdos. Ejemplo de ello: Informes psicológicos, informes de ejecución física, informes finales de logros, estadísticas, reuniones con abogados y consejeros de protección, informes especiales para juicios en tribunales, etc.
Tensión y costo… y sin olvidar que el psicoanálisis no es con estándares, pero sí con principios.
Una tensión que se resuelve con una práctica que da la posibilidad al sujeto para que encare la responsabilidad en eso que le sucede, que es desconocida, que es nueva y que lo oriente en la relación con los objetos que le producen goce. Y un costo al que se consiente o no, se puede soportar o no, con relación a lo que propone o exige la institución con relación a manejos burocráticos que dan cuenta de lo que le sirve, le funciona o no.
Consentir a esto no quiere decir coincidir ideológicamente con la institución, sino creer que frente a lo establecido que se exige, hay un más allá, hay una ganancia que se hace posible en el encuentro de los sujetos con los analistas. Es un consentir, que en el mejor de los casos permite al interior de la institución reivindicar la posición singular de cada uno de los usuarios de la institución, incluyendo a los mismos funcionarios públicos que, como efecto analítico del programa en la institución, tienen también la posibilidad del encuentro con los analistas que forman parte del programa.
Para un analista practicante en una institución como la que hoy expongo, hacerse cargo del trabajo en el consultorio con cada cuerpo hablante recibido, es algo buscado, deseado, es algo que forma parte de su formación. En el programa PATVI los analistas practicantes tenían reuniones semanales teóricas, de presentación de casos, de presentación de viñetas, tenían controles de casos semanales con algunos AME que prestaban su tiempo y su experiencia para ello, presentaban trabajos y casos provenientes de la experiencia del programa, en Jornadas, Coloquios, Encuentros, nacionales e internacionales, etc. En cambio, hacerse cargo del costo institucional en la experiencia era otro tema.
Durante muchos años, los analistas practicantes del programa pudieron hacer un excelente trabajo manteniendo la tensión y el costo a niveles soportables por el buen uso de los semblantes, hasta que ya no fue posible.
No hay tampoco un para todos en la posibilidad de sostener el discurso analítico en el trabajo con otros discursos que exigen lo que no siempre se puede dar.
Cuando este momento llegó, la presencia del psicoanálisis en esa institución se rompió.
Toca saber hacer con ese resultado, con ese obstáculo, cada vez que el discurso analítico se encuentra con otros discursos.
De ese programa de 11 años, cada uno de los analistas practicantes que lo ayudaron a construir, sacó una experiencia también singular con relación al papel que la misma jugó en su formación.
Dice G.B en su texto ¨Conferencia en la ECF sobre el efecto de formación de los analistas¨, del año 2002, que ¬¨No hay analista sin el traumatismo que producen ciertos encuentros, ciertas discontinuidades, ciertas fallas en el saber que escribimos con S de A tachado: en la práctica, en las lecturas, en el análisis, durante el control¨… agrego, al menos desde mi experiencia: en los efectos de formación extraídos de la experiencia en PATVI y su relación con una institución.
Dije al iniciar el texto que el tema de esta reunión-debate me dividía. Lo hizo muchas veces desde que comencé mi formación. La pregunta por la transferencia, por el deseo del analista, por el acto del analista, por la interpretación, por la formación del analista, por la construcción de los casos, por los finales de análisis, por la posibilidad de saber ocupar el lugar de semblante de objeto a, por la presencia del analista. Todas estas preguntas sin respuestas definitivas se me presentaban en la práctica privada y en la experiencia del lazo psicoanálisis-institución que durante 11 años compartí con otros colegas. Hoy por hoy me sigo preguntando cómo ha sido mi formación, ¿cómo esta formación me ha servido para orientar las curas y tratamientos que dirijo?, ¿cómo me he encontrado con ese real que se esconde en la formación del analista?
Todo esto que hoy intento transmitir como efectos analíticos en una institución, se desprenden de la causa misma del psicoanálisis, es decir se desprenden de la falla, del tropiezo y de la discontinuidad. Son efectos que permitieron abrir agujeros en la oscuridad de lo real de dicha institución, de los usuarios o pacientes, de los funcionarios públicos y de los analistas practicantes que fuimos parte del lazo, de la experiencia, del encuentro discursivo entre el psicoanálisis de orientación lacaniana y una institución de protección de niños, niñas y adolescentes.
Aliana Santana