Ma. Victoria Clavijo

Un análisis que dura

En un análisis que dura ocurren cosas distintas a las que ocurren en un análisis que comienza. Jacques Alain Miller explora el final del análisis y el pase en su seminario “Sutilezas analíticas” en esta perspectiva en una de sus clases.[1]En un análisis que dura ocurren cosas que se formalizan a partir de la introducción de la orientación por lo real de la cura analítica; entonces, es en este nivel, que hay que preguntarse – ¿hay un estatuto del analista en lo real?[2]

Adoptar lo real, es prestarse a palpar en un análisis que la estructura de lenguaje no es más que una elucubración de saber sobre lalengua y que el inconsciente como verdad, tiene estructura de ficción. Pero, dice Miller: “profiramos algo más agudo, más arriesgado, (…) ¿ ficción de qué real? Del goce que no tiene estructura de ficción. “[3]

Entonces, una, si no las más importante consecuencias de la estructura de ficción de la verdad, es lo que afecta a la transferencia. La forma sujeto-supuesto-saber, ya no será suficiente entonces, cuando en un análisis que dura se agota el trabajo analizante en términos de ordenamiento significante, y de elaboración de saber. El trabajo, no será ya un trabajo en términos de ¿qué significa eso? sino ¿qué satisface eso? El análisis en el que el saber que se construye en un horizonte de falta como falta de saber, deja paso a un análisis de encuentro, de una suerte de aparición, vamos a decir, también del cuerpo del analista.

En un análisis en el que el trabajo es el de producción de saber, los efectos sobre el sujeto de la presencia del analista pueden ser demostrables, siempre y cuando apunte a lo real del goce. Es en el análisis que dura que ésta vertiente de la presencia del analista se hace muy palpable, por apuntar al lugar de la condensación del goce, es decir, del objeto a del fantasma.

Bernard Synahaeve[4] relata los efectos de la interpretación “Usted ama demasiado sus fantasmas” de su analista : “Experimenté así la vanidad del sentido. Toda articulación significante produce sentido y goce. Nada merece ser dicho cuando uno se da cuenta de ello. Se trató de una zambullida en el vacío, del silencio. (…) Los ruidos de la boca, los bostezos, el soplo de la respiración, los suspiros, el frotamiento de los pies, todos esos ruidos del cuerpo emitidos por el analista se volvieron ensordecedores. No quedaba más que la pura presencia de dos cuerpos silenciosos que se encontraban, (…) se trataba del atravesamiento de mi fantasma.”

NOTAS

  1. Miller, J-A. Sutilezas analíticas. Buenos Aires, 2011. Paidós. Clase VII, pág. 109
  2. Ibid, pág. 29
  3. Ibid, pag. 117
  4. Ibid, pág. 221