María del Pilar Cuellar
A partir de las discusiones y lecturas en cartel denominado tratamiento del cuerpo, una Lectura del Informe de la Comisión de la Verdad, exploro algunos testimonios de pueblos étnicos. La obra que presento propone imágenes con referencia a los relatos de una comunidad palenquera en la Guajira que fue desterrada para dar paso a la minería. La Comisión documentó varios casos de despojo y el desplazamiento de afros, indígenas y campesinos para luego destinar sus territorios a proyectos económicos y extractivos.
Se trata de Tabaco, un pequeño caserío en la Serranía del Perijá, fundado en 1780 por negros africanos, “Nos fueron induciendo, hablaban de un futuro lleno de prosperidad para la gente; allí en Tabaco se establecieron, arrendaron tierras y construyeron una pista donde aterrizaban sus aviones. Caracterizaron a la comunidad, y luego nos llegaron con el discurso que teníamos que vender nuestros predios porque nunca íbamos a tener otra oportunidad como esa, de recibir los recursos que nos ofrecían”.
“Ha sido el día más doloroso en la vida de los tabaqueros, ese día nos fueron violados todos nuestros derechos. Una funcionaria de la justicia llegó con una orden de desalojo del pueblo, con ella funcionarios de la alcaldía de Hatonuevo, el ICBF, entre otras entidades, además, más de 700 hombres del Ejército y la Policía que arremetían contra la gente, mientras que máquinas pesadas arrasaban con todo sin importar lo había su paso y eso incluía a la gente” cuenta con la voz quebrada Samuel Ojeda, líder de la comunidad.
También narró que varios hombres resultaron heridos, a las madres les decían que colaboraran o les quitaban a sus hijos. Escuela, iglesia, cementerio, puesto de salud, cancha deportiva, y las casas de las 400 familias que vivían en Tabaco fueron desaparecidas.
En los testimonios de sobrevivientes, se encuentran distintas formas de afrontar lo traumático, el desarraigo y la violencia. Actos orientados a la subsistencia y la persistencia de la memoria de una comunidad en diáspora hoy, que busca anudar lazos con sus tradiciones y territorio. Saberes , sabores y haceres propios. Actos de resistencia y soluciones posibles, distintas para cada quién, como el atesorar recetas y remedios ancestrales para el cuerpo y el alma, recoger historias, el llevar semillas los nuevos territorios. o el caso de una mujer mayor, la Yaya, lleva veinte años haciendo el mismo recorrido: en las tardes se sienta en su silla y pasea en su memoria, va a pie por el pueblo del que no quedó ni una traza.
Cuando nos acercamos hoy al territorio hay una grieta enorme, como en los caso de la desaparición que no hay un cadáver, no hay ruinas, no hay nada para ver, ahí hay algo para lo cual no tenemos palabra. Lo simbólico entonces falla ante un imaginario imposible, quebrado por una realidad innombrable; la brutalidad de lo real sin humanización.
La obra se desarrolla a partir del dibujo; exploro la tinta y sus caminos. Un obrar que emerge con manchas y líneas que forman la estructura y la piel de los relatos para conectar seres que habitan un mundo frágil. Esta es una narrativa que desafía la linealidad ya que permite múltiples entradas y recorridos donde el público puede completar y combinar en diferente orden las visiones del territorio y sus cuerpos. Cada pieza es una unidad pero puede interactuar con otras de manera aleatoria. Un manto negro cubre el territorio.
¿Cómo entender la violencia si no es a través de sus formas?
Es justamente uno de los temas que nos convocan. Un elemento presente en las formas de la violencia es el racismo, hay un continua violencia, persistente contra los pueblos étnicos, donde las instituciones y dependencias gubernamentales corruptas ejercen violencias mediante forma directa en indirecta, en este caso el estado contra una población que se estableció en un territorio rico en carbón. “El desalojo fue en agosto 9 2001 yo estaba pequeña, lo primero que nos quitaron fueron los profesores , después fue la luz, poco a poco nos fueron quitando cosas para dejarnos desarmados, así que las familias sacaron a los niños del pueblo, un día llegando del colegio en el nuevo territorio prendimos la televisión y vimos las imágenes del desalojo, esas imágenes nos dieron la fuerza para decir que Tabaco existió.” Mas adelante añade, “lo del desalojo fue bastante fuerte, Estábamos rodeados de militares antimotines, había una jueza , estaban los del ICBF, y los del cuerpo de seguridad de la empresa. Fueron derrumbando casas sin más.
El arte está estrechamente vinculado con una forma de experiencia, un hacer que dista de la pregunta por el sentido, es el deseo de saber y detenerse, tomarse un tiempo que provoca un hacer que incremente la experiencia.
Es también atención. Cada pieza opera con información faltante, el hacer incluye esa falta como ingrediente fundamental, algo de lo que no se sabe que se hace presente en el obrar.
El deseo en el arte supone atreverse a fracasar, alojar algo inútil, o ineficaz, nos enfrenta a lo desconcertante, a lo profundamente extraño. Al dotar a la subjetividad un lugar prioritario, “lo no sabido que hace saber” La forma es consecuencia de un deseo de elaboración. Tanto en el sentido corporal y sensorial, como del goce al tratar con las materialidades como en sus potenciales y resistencias.
La temática sobre el arte de denuncia es álgida y casi tabú anota Susana Bercovich. Evoca las palabras de Primo Levi en relación con el campo nazi convertido en un museo, en un monumento a la memoria. Así responde Primo Levi ante la pregunta a cerca de su regreso a Auschwitz después de la liberación:
“No me ha impresionado mucho visitar el Campo Central: el gobierno polaco lo ha transformado en una especie de monumento nacional, los barracones han sido limpiados y pintados, han plantado árboles, diseñado canteros. Hay un museo en el que se exponen miserables trofeos: toneladas de cabellos humanos, centenares de miles de gafas, peines, brochas de afeitar, muñecas, zapatos de niños, pero no deja de ser un museo, algo estático, ordenado, manipulado. El campo entero me pareció un museo.”
El desalojo, el despojo, el desarraigo para cada quien exige nuevos anudamientos de goce y de sentido. Hasta que se encuentre un nuevo anudamiento en el sentido de la vida que vacila, porque lo que hacía nudo deja de funcionar, esta circunstancia deja al descubierto un vacío en la significación, tanto en el territorio como en cada cuerpo, podemos decir que el riesgo está en escena, cada-uno y cada-unos buscarán constituir una marca que permita asegurar el valor a la existencia. Este ejercicio nos invita a iluminar, interpretar y escuchar esta desesperanza
En mi caso el arte y el psicoanálisis se constituyen en un camino que me permite hacer algo con los restos.
Bogotá, 13 de julio 2023