Desde Freud sabemos que en los honorarios se juega la pulsión del sujeto que demanda análisis, por ende en el mismo gesto del pago está colocada la transferencia. Lacan afina su importancia al remarcar que es ello lo que ejerce de función significante del goce que el sujeto debe poner en juego para iniciar un análisis. Así hemos podido pasar del efecto de interpretación del pago a partir de estándares, a su uso como acto mismo.
Hoy nos encontramos con nuevas formas de pago desde la realidad. El dinero virtual rompe con más de cien años de honorarios desde lo concreto como escena del efecto de la pulsión. Ausencia, exceso, número y forma, solían ser terreno fértil para la interpretación y la puesta en acto de la posición analítica. En la actualidad exigir un pago físico a priori es casi una necedad, nos encontramos de plano con el significante “transferencia” como función directa del mismo gesto de éste.
La pregunta de cómo encontrar un saber hacer con esta situación se nos muestra como un nuevo reto para el sostén de nuestra práctica, el uso del dinero virtual está presente a nivel global, por lo tanto esto se nos devuelve como un efecto del Otro sobre el discurso.
Un paciente dice “¿le cayó la transferencia? Tuve que pedirle a mi amiga que la hiciera ya que no tengo cuenta”, todo un banque en la enunciación, le respondo “espero la suya”, lo que da lugar a un conjunto de asociaciones que abren paso a la pregunta por la relación especular con el padre y lo llevan a trabajar la forma en que la deuda juega un papel preponderante en su forma de gozar. Aquí vemos cómo con el pago, aún mediante el uso de la tecnología, puede seguir haciéndose presente la pulsión.
Entonces no se trata de acceder a las demandas de la época, sino de las nuevas formas del acto que la época nos presenta o facilita. Nuevamente el analista se vale de lo que aparece desde la contingencia.