Guayaquil – 20 de octubre de 2016
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Letras en línea
¿Qué sería de la transferencia sin el deseo del analista? ¿Qué ha de ser ese deseo para que opere de manera correcta? Preguntas con las que el mismo Lacan nos desafiaba a los analistas desde su seminario y que nuestro colega Adolfo Ruiz retoma desde su enunciación. A la pregunta de si la transferencia pone a prueba la formación del analista, Adolfo no duda en afirmar que es así. Y articula la singularidad de la transferencia en cada análisis a la posición que el analista asume, por la decisión de su deseo de analista y por su acto “absolutamente singular”, todos ellos orientados a partir de sus arreglos sintomáticos cernidos en su propio análisis, pero también por la apuesta a la práctica del control.
Leamos, entonces, cuál es la propuesta de Adolfo Ruiz, cuando no desconoce que el inconsciente viene perdiendo docilidad y que al analista de nuestra época le esperan cada vez nuevos desafíos para estar “a la altura de la subjetividad de la época” sin traicionar los principios que hacen del psicoanálisis una práctica en transferencia.
Una lectura para disfrutar
Susana Dicker
Conversando con Adolfo Ruíz:
¿Cómo pone a prueba la transferencia la formación del analista?
Freud constató de manera dramática los fenómenos de la transferencia, en cuanto renunció a la sugestión. Intentó ordenarlos en los textos que conocemos como “Trabajos sobre técnica psicoanalítica”. Lacan, por su parte, define la transferencia como “la puesta en acto de la realidad del inconsciente”,[1] y sitúa, en el Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, lo que sería el fundamento transfenoménico de la misma: el Sujeto supuesto Saber.
La transferencia, afirma Miller, es “el término que conceptualiza el modus operandi del psicoanálisis, el resorte mismo de la cura, su motor terapéutico y el principio mismo de su poder”.[2]
En tanto tal, podemos considerar al menos dos vertientes, ligadas de manera íntima, en las que la transferencia pone a prueba la formación del analista, y que están en relación con que la perspectiva de que la idea misma de la transferencia nos conduce a comprender que el analista, en tanto que opera en la cura psicoanalítica, no es exterior al inconsciente del paciente; no hay exterioridad del analista al inconsciente. Así, la formación del analista estará puesta a prueba, de un lado por la posición que asume, por la decisión de su deseo de analista –deseo impuro de obtener la diferencia absoluta–, y por su acto, absolutamente singular, ante aquello que cada analizante despliega en respuesta a la estructura misma de la experiencia analítica; posición, deseo y acto que se orientan a partir de lo que son sus arreglos sintomáticos singulares, cernidos en su propio análisis. De otro lado, su formación también es puesta a prueba por el control regular de su práctica –control en el que, por lo anotado, de alguna manera siempre es su propio caso el que se pone en juego–.
En la transferencia, el analizante convoca al analista al lugar de la repetición. Y es el analista quien, advertido, jugará la partida apuntando a lo imposible del decir, al sinsentido, a los agujeros, a lo que no tiene respuesta. Esto nos lleva, de manera ineludible, a la consideración del lugar de la interpretación hoy, cuando estamos convocados a saber decir sobre el análisis del parlêtre.
Encuentro absolutamente pertinentes al respecto de la manera como la transferencia pone a prueba la formación del analista, lo que Lacan afirma en cuanto a que: “Uno está forzado a saber lo que se demanda, pero justamente lo que define la demanda, es que no se demanda jamás más que por lo que se desea … y lo que se desea no se lo sabe. Es seguramente por eso que he puesto el acento sobre el deseo del analista. El Sujeto supuesto Saber, de donde he soportado, definido la transferencia: ¿supuesto saber qué? ¿De qué modo operar? Pero sería totalmente excesivo decir que el analista sabe de qué modo operar. Lo que sería necesario es que sepa operar convenientemente, es decir que pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su analizante, lo que incontestablemente ignora”.[3]
¿Qué hacer con la transferencia, cuando no se cuenta con la docilidad del sujeto para instalarse por la vía de la suposición de saber, del objeto a?, ¿qué otro lugar para el analista?, ¿cómo instalar la transferencia de amor?
Son, sin duda, preguntas complejas, que señalan algunos de los retos para el analista. De alguna manera, hay algo que no es nuevo: el inconsciente, desde Freud, viene perdiendo docilidad. Miller dice que es como si progresivamente hubiese retrocedido y se hubiese vuelto rebelde a la intervención psicoanalítica. Ram Mandil, refiriéndose a la situación de la transferencia en los adolescentes, da una indicación que puede ser orientadora, al menos en algunos casos. Afirma: “me parece que la transferencia hoy no se manifiesta al principio como suposición de saber. Parecería que la transferencia es más una situación de presencia-ausencia y no tanto una suposición de saber”.[4] Si entendemos que la transferencia responde a la lógica misma del dispositivo analítico, nuestra posición será, por sobre todo, la que mantuvo y nos transmitió Lacan, que siempre tuvo una confianza fundamental en el inconsciente.
El malestar contemporáneo, que se generaliza, nos obliga a privilegiar la dimensión libidinal, gozante de toda palabra humana. El sentido de la interpretación no es la verdad sino el goce. El acento está puesto sobre la dimensión creadora de la palabra. Será la posición del analista –al rechazar tanto la demanda de satisfacción pulsional como la demanda de amor– la que promueva la transformación del goce en amor. Y en relación con ello, destaco la posición del analista como lector, indicada por Lacan en El momento de concluir: “Lo legible, es en eso que consiste el saber. Y en suma, es escaso. Lo que digo de la transferencia es que la he adelantado tímidamente como siendo el sujeto —un sujeto es siempre supuesto, no hay sujeto por supuesto, no hay más que supuesto— supuesto-saber. ¿Qué es lo que eso puede querer decir? El supuesto-saber-leer-de-otro-modo (Le supposé-savoir-lire- autrement)”.[5]
NOTAS
- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós, Pág. 152.
- Miller, J.-A., La transferencia de Freud a Lacan. En: Seminarios en Caracas y Bogotá. Buenos Aires: Paidós, 2015.
- Lacan, J., Seminario Momento de concluir. Clase del 15 de Noviembre de 1977. Inédito.
- Mandil, R., Smartphone. En: Registros, tomo Rojoazul. Buenos Aires, 2016.
- Lacan, J., Seminario Momento de concluir. Clase del 10 de Enero de 1978. Inédito.
Referencia bibliográfica sugerida:
Con J.-A. Miller y otros…
- Miller, J.- A., Lógica de la vida amorosa. Editorial Manantial, Buenos Aires, 1991.
- Miller, J.- A., La transferencia negativa. Tres haches editores, Buenos Aires, 2000
- Bassols, M., Transferencia, amor y goce. Entrevista realizada para la revista APPUNTI de la Scuola Lacaniana di psicoanalisi en julio de 2014. http:/nel-medellin.org/blogtransferencia-amor-goce/
- Bassols, M., Enseñanza sobre el amor y la transferencia en la poesía de Ausias March. En: Lapsus Nº 5, grupo de estudios Psicoanalíticos, escuela Europea de psicoanálisis. Valencia, Enero de 1995
- Bassols, M. Las paradojas de la transferencia. En: Virtualia 29, Revista digital de la escuela de la Orientación Lacaniana, Buenos Aires, noviembre de 2014.
- Tarrab, M. La reducción de la transferencia y la salida del análisis. En: Freudiana Nº 59. Barcelona 2010
- Laurent, E., Nacimiento del Sujeto Supuesto Saber. Revista Lacaniana Nº 8. Buenos Aires, 2009
- Laurent, E., ¿El psicoanálisis se cura de la transferencia? Psicoanálisis Inédito, blog independiente de Lorena Buchner, Buenos Aires, noviembre 2011.
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- Claudia Velásquez
- Fernando Gómez