Todo discurso es una defensa contra lo real, contra lo imposible de soportar. Eso se constata en la experiencia analítica: es al paciente, al analizante a quien lo real le resulta imposible de soportar, inaguantable, doloroso, angustioso; por eso pide ayuda y empieza a hablar. Pero Lacan nos advierte del efecto engañoso y de adormecimiento de la palabra. ¿Cómo no encandilarnos con el semblante?
Gloria González nos da la pauta, se pregunta cómo orientar la cura para producir un resultado nuevo, un cambio de posición respecto al goce y la posición en el mundo. Asimismo, cómo afectar el cuerpo, conmoverlo, perturbarlo en su goce. Esto es lo que define en última instancia la práctica analítica.
En cada caso la pregunta por el cómo nos servirá de brújula durante la Conversación en São Paulo a la que cada vez se suman más interesados.
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María Hortensia Cárdenas
Comentario de Gloria González a la cita:
“Lacan proponía, como definición de la clínica psicoanalítica, “lo real como lo imposible de soportar”. [1] Eso muestra muy bien que las formas clínicas sólo eran para él modos de defensa contra lo real, hasta el caso límite llamado esquizofrénico, en el que el sujeto aparecía sin defensa ante lo imposible de soportar”. [2]
Nos proponemos pensar la práctica clínica en un espacio de conversación, poner en común los problemas que el ejercicio del psicoanálisis nos hace enfrentar permanentemente. La cita de Miller nos pone en la vía de permanecer advertidos: toda forma de discurso es una manera de tramitar, de defendernos de lo real. Es lo que nos permite poner bajo un mismo estatuto el discurso, las ficciones, la realidad psíquica freudiana y el fantasma; formaciones del lenguaje con las que algo de lo real intenta tramitarse otorgándole sentido. La defensa de lo real a través del lenguaje, muestra un punto de falla radical en el esquizofrénico puesto que para este sujeto todo lo simbólico es real.
Saber que todo discurso es de semblante, que es defensa, advierte sobre una doble necesidad en la práctica, servirnos de los dichos de los pacientes, de sus elucubraciones, de la construcción de sus historias, pero, sin olvidar que son al mismo tiempo los medios engañosos para aproximarnos paulatinamente a ese algo que se satisface y que es nuestro punto de orientación.
Ahora bien, ¿cómo? ¿De qué manera orientar una cura para que no se convierta en el sin fin de las anécdotas y los desciframientos, en la acumulación de una serie de “verdades” que no conducen a un cambio de posición respecto al goce y a la vida? ¿Cómo tocar, conmover el cuerpo del paciente y el goce que lo habita, cuando sabemos que ni el sentido ni el equívoco son suficientes?
Sabemos que en un análisis que dura es preciso soportar el estancamiento, atravesarlo y explorar sus límites hasta que pueda producirse una cesión de libido. Contamos con la indicación del corte como el acto propio del analista, con la necesidad de guardar silencio para que “algo” tome consistencia. No obstante, en cada caso surge la pregunta por el ¿cómo? Esperamos que en la conversación podamos abordar este y otros asuntos que contribuyen a que no sea posible cerrar la pregunta ¿qué es un analista?
NOTAS
- Lacan, J., “Ouverture de la Section Clinique”, Ornicar? nº 9, abril de 1977.
- Miller, J.-A., “Ironía”, Consecuencias Nº 7, Revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento, http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/alcances/Ironia.html
Referencias bibliográficas sobre la práctica analítica
Jacques Lacan, “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958), Escritos 2, Siglo XXI Editores Argentina, 2005, p. 272.
• “¿A dónde va pues la dirección de la cura? Tal vez baste con interrogar a sus medios para definirla en su rectitud. Observemos:
- Que la palabra tiene en ella todos los poderes, los poderes especiales de la cura;
- Que estamos bien lejos en regla general de dirigir al sujeto hacia la palabra plena, ni hacia el discurso coherente, pero que lo dejamos libre de intentarlo;
- Que esa libertad es lo que más le cuesta tolerar;
- Que la demanda es propiamente lo que se pone entre paréntesis en el análisis, puesto que está excluido que el analista satisfaga ninguna de ellas;
- Que puesto que no se pone ningún obstáculo a la confesión del deseo, es hacia eso donde el sujeto es dirigido e incluso canalizado;
- Que la resistencia a esa confesión, en último análisis, no puede consistir aquí en nada sino en la incompatibilidad del deseo con la palabra.”
I Conversación Clínica de la NEL
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