Conversación entre dos figuras masculinas – C. 450 A.C.
En este boletín nº 8 contamos con dos excelentes textos dedicados a la conversación en la Escuela: partimos siempre de la ignorancia para ponernos al trabajo pero no es sin la Escuela como lugar de producción de saber. Si tomamos en cuenta lo imposible del grupo de los analistas, el que los analistas forman el conjunto de los que no pertenecen a ningún conjunto, si no hay grupo, la conversación es un dispositivo que posibilita el lazo en la Escuela.
Ana Viganó nos conduce por la topología de la Escuela para ubicar a la conversación como una práctica de los miembros de la Escuela que pone en acto una suposición de saber que no termina ni se cierra. Es por la Escuela que se reintroduce el deseo de saber en el analista, de un saber irreductible e imposible de alcanzar más que por caminos inéditos y singulares, el de cada uno.
¿Una conversación es una suerte de asociación libre? Alba Alfaro nos explica cómo no se trata de una enunciación colectiva sino de una asociación libre colectivizada. Si los analistas nos reunimos en la Escuela es porque no hay un saber sobre qué es el analista y, paradójicamente, es precisamente eso lo que hace de causa y de anudamiento en la Escuela.
Las Referencias bibliográficas esta vez son extraídas de la Convención de Antibes –ocasión en la que Miller introdujo la categoría de psicosis ordinaria–, esta fue la tercera de una serie de conversaciones clínicas, la primera fue el Conciliábulo de Angers y la segunda la Conversación de Arcachon.
La conversación no deja de ser un espacio de invención y de encuentro, como lo demostró la Convención de Antibes que no tuvo un carácter de concilio dogmático: no decimos sobre dogmas, ni sobre el sexo de los ángeles, ni sobre la infalibilidad pontifical.
María Hortensia Cárdenas
Comentario de Ana Viganó a la cita:
“La conversación como una práctica esencial de los miembros de una Escuela.” [1]
Conversación y topología de la Escuela
Comienzo por ubicar la tensión en la que se inserta la cita: ¿cómo pensar la Escuela del pase –de un modo más general el después de un análisis llevado hasta el final– y la Escuela como lugar de producción de saber, para aquellos que han destituido los saberes universales en aras del precipitado de un saber singular, novísimo, inédito e irrepetible, y para los cuales los resortes de la transferencia no juegan ya el mismo papel?
Del lado del pase Miller habla de suposición vacía. No es lo mismo suposición vacía que vacío de suposición. Si al final de un análisis se produce un vaciamiento del lugar transferencial como sujeto supuesto saber, se trata de pensar un lazo que no se funde en tal suposición o mejor aun que se funde en el vacío de esa suposición –es decir, parafraseando, más allá de la suposición pero no sin ella–. Un “hablar sin suponer o con una suposición cero”[2] sería la posición del pasante, si hay pase. Este hablar sin suponer implica que ya no se gozaría de la significación del inconsciente; es el “fin del análisis como un efecto de sentido que sería real.”[3] Hablar sin suponer deja también al devenido analista del lado de la impureza de su deseo: no se trata para el analista de un deseo de saber. Se trata, desde el punto de vista de su relación con lo simbólico, del deseo de obtener la diferencia absoluta, de hacer intervenir el intervalo; desde el punto de vista de su relación con lo real, es el deseo de “alcanzar lo real, de reducir al Otro a su real y de liberarlo del sentido”. [4]La certeza viene al lugar de la suposición, en cada caso singular. Pero si esta certeza puede en el mejor de los casos pasarse a otros, es porque cobija un punto irreductible, imposible de ser reintroducido en la cadena y por lo tanto, no universal sino paradigmático, uno por uno.
Miller se pregunta: “¿Cómo reinsertar en el analista el deseo de saber, –agrego, deseo de saber sobre el psicoanálisis– cuando su posición misma apunta al S1 y no al S2?”[5] La Escuela es la invención de Lacan para operar en contra de la posición de agente del discurso analítico, una fuerza poderosa que es exterior a la práctica misma, pero responde por ella.
La conversación intenta definir así una relación específica de los miembros de una Escuela respecto de la suposición de saber. En la conversación es necesaria una cierta suposición sin cuya función fracasaría inexorablemente en su intento: que el otro que fundamenta tal conversación tiene algo por decir. Se trata de encarnar de forma alternada, insistente, pero inacabada lo que resta siempre por decir. Es lo que Miller llama honesta ignorancia, que implica tener tanto una disposición expectante propia del que puede suspender e incluso abandonar lo ya sabido para dejarse enseñar, como una pertinente y activa participación puesto que al psicoanálisis no le está permitida la demostración silenciosa ni unaria.
NOTAS
- Miller, J.-A., “Lo postanalítico”, Conferencias porteñas Tomo 3, Paidós, Buenos Aires, pp. 93.
- Miller, J.-A., citado por Florencia Dassen en “La suposición vacía”, El peso de los ideales, EOL-Paidós, Buenos Aires, p. 35.
- Miller, J.-A., op. cit., p. 99.
- Miller, J.-A., Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP. www.wapol.org
- Miller, J.-A., op. cit., p. 98.
Comentario de Alba Alfaro a la cita:
“Una conversación es una suerte de asociación libre, si es exitosa. La asociación libre puede ser colectivizada en la medida en que no somos dueños de los significantes.” [1]
Esta frase es una invitación de J.-A. Miller a hacer de la conversación un dispositivo de Escuela, donde cada practicante, en tanto analizante, pueda contribuir a producir, “no una enunciación colectiva, sino una ‘asociación libre’ colectivizada” con “cierto efecto de saber”: “un significante llama a otro significante, sin importar quién lo produce en un momento dado”, y así los significantes de otros nos aportan ideas y “perspectivas inéditas”. [2]
Pero, ¿qué puede hacer de causa común en la conversación, en esta asociación libre colectiva? Miller afirmaba que si tenemos la idea de que la institución es “antinómica” [3] al discurso analítico, que éste “no admite el imperativo ‘todos juntos'”, entonces: “¿por qué los analistas están tan preocupados por lo grupal, por lo institucional, por lo asociativo?” Y la respuesta es: porque “el analista no existe”. [4] Este “no saber qué es el analista” hace de causa y de anudamiento en la Escuela , transformando esta ignorancia en trabajo con el pase.
Si es la propia experiencia analítica la que define al analista en la Escuela , el analizante, para ocupar este lugar, debe poder “dar el paso en relación con la causa analítica”. Y aquí, al igual que en análisis, debe poder hacerse responsable incluso por las consecuencias con las que no contaba. [5]
NOTAS
- Miller, J.-A., La pareja y el amor, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 15.
- Ibíd.
- Miller, J.-A. “La escuela de Lacan “, San Pablo, 1992 (creación de la EBP ), Blog de la AMP.http://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=289&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10
- Ibíd.
- Ibíd.
Referencias bibliográficas sobre Conversación
“La convención de Antibes”(19 y 20 de septiembre de 1998). En: La psicosis ordinaria de Jacques-Alain Miller.
- “Las discusiones se realizaron en el dispositivo de la conversación. Esta modalidad permite que el punto de llegada se transforme en un nuevo punto de partida; y la discusión revela nuevos problemas para debatir” (p. 9).
- “Nuestra Convención de hoy es la tercera hoja de un tríptico. Todo empezó en Angers con el Conciliábulo, luego llegó la hora de Arcachon y de su Conversación y luego […] la pista de Antibes se firmó.” (p. 198)
- La Convención instrucciones de uso: “El aparato que constituimos aquí es idéntico al de la Conversación del año pasado: hablamos sobre lo escrito, sobre esa recopilación de nueve textos.” (pp. 199-200)
- Diferencia entre Arcachon y Antibes: “… los textos de Arcachon fueron presentados a título individual mientras que los trabajos de esta Convención son informes nacidos de una elaboración colectiva. Además, el caso está siempre en una serie, se lo toma en cadena, mientras que en los dos años anteriores el caso era considerado en su particularidad disyuntiva, y la clasificación era el resultado de un esfuerzo ulterior, muchas veces del esfuerzo que hacíamos nosotros aquí. ¿Cuál es la función del caso puesto en serie? Ilustrar, apoyar tesis. El caso permite apoyar a la tesis o permite inducirla. […] Seguramente, volviendo al detalle de los casos, nos vemos llevados a reconceptualizar, a sobreconceptualizar“. (p. 200)
- “… la presente Convención me parece destinada a ser mucho menos espontánea, sobre todo por lo siguiente: ahora salieron dos libros, que están en las librerías y que tuvieron sus repercusiones. […] no es seguro que esta vez publiquemos nuestras discusiones.” (p. 200)
- “Seguramente no un concilio: no decimos sobre dogmas, ni sobre el sexo de los ángeles, ni sobre la infalibilidad pontifical. No, en absoluto, una verdadera conversación, si bien preparamos un poco el terreno.” (p. 314)
Responsables del Boletín Letras en línea
María Hortensia Cárdenas
Ana Viganó
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